LA CASA DE LOS VIDRIOS
ROTOS.
Érase una vez en un
tupido bosque del Sur de Chile una familia de conejos que vivía al interior de
una antigua casa con sus vidrios completamente rotos, al punto de que ya ni
rastro de cristales existía en los marcos, pero, aquel detalle, no le importaba
a ningún integrante de este singular clan que era muy feliz entre las cuatro
paredes de madera de este especial hogar escondido entre los árboles de esta
fructífera floresta, que recordemos, se encuentra al Sur del país.
En el interior de esta
curiosa prole de conejitos, igual que las familias humanas, tenemos unos
rechonchos abuelitos consentidores de largas orejas y pelaje como la dulce
miel, un recio Papá responsable de pelaje negro como el carbón, una esvelta y
alba Mamá hacendosa y tres preciosas, pero muy Inquietas y revoltosas Hijas que
reúnen todas las características físicas de sus padres y abuelos. No obstante,
estas últimas, sin duda, son la chispa y vida de este maravilloso hogar, que un
día, estuvo en gran peligro por el incesante y tenaz progreso del ser humano.
Pasó que cierto día,
mientras el Papá y Mamá conejos recolectaban fruta y frutos secos al interior
de una cesta por los terrenos cercanos a la casa, el Papá, deseando llevar a la
mesa de su hogar sabrosas moras, se apartó de Mamá y dando fuertes brincos,
llegó a una ladera donde en los arbustos crecían estas delicatessen, pero, al
aproximarse a los matorrales y mirar hacia abajo, no pudo creer lo que sus
ojitos vieron, un campamento obrero trabajando para construir una carretera que
por la dirección de la misma, pasaría por sobre la hermosa casa de los vidrios
rotos, hogar de los conejitos... Sin embargo, Papá conejo corrió en dirección
donde había dejado a Mamá conejo recolectando bayas con el fin de informarle
sobre lo que él había visto, y tras algunos minutos y un par de trancos más,
muy sobresaltado pudo llegar donde se encontraba ella muy feliz depositando al
interior de la rebosante cestilla algunos frutos secos. — ¡Pronto Mamá coneja
deja todo lo que haces el voraz hombre ya está aquí!
Exclamó Papá al divisar a su esposa que, al
escucharlo, soltó al interior de la cestilla los últimos frutos secos que
recolectó y muy nerviosa, con sus manitos en plegaria y mirando hacia la senda
por donde venía él, aguardó a que llegara donde ella y al aparecer, la tomó de
las manos y le explicó antes de salir corriendo de aquel lugar. — Esposa mía,
he visto al humano instalado en las proximidades y he podido ver también como
este construye una carretera que por la dirección que está tomando, estoy más
que seguro, pasará por sobre nuestro hogar.
— ¡Oh mi Dios! … ¿Qué
haremos ahora? Temo por nuestras hijas y por los abuelos, están en casa sin
saber lo que ocurre. Por favor, volvamos a casa para informarlos y juntos
decidir qué hacer.
— Por supuesto, cojamos
la canasta y volvamos rápido a casa.
— Sí Papá conejo.
Fue así como ambos a
tranco firme y veloz, regresaron a la casa de los vidrios rotos e informaron al
resto de la familia sobre la aparición del hombre en las proximidades y de como
pretendía hacer pasar una carretera por lo que es su hogar, y según lo que
había visto Papá conejo, no faltaba mucho para que llegaran a la zona. Por otro
lado, el Abuelo y Abuela conejos, resignados con tener que retirarse de lo que
ha sido su morada por varios años, abrazados el uno al otro mirando alicaídos
el suelo, con sus voces entre cortadas, manifestaron a la familia. — Mis
pequeñas nietas, mi fuerte y responsable hijo y mi gentil y laboriosa nuera,
creo que ya es tiempo de marcharnos y buscar otro hogar en lo más profundo del
bosque... Hemos cumplido un invaluable ciclo aquí y sin ninguna incertidumbre,
lo hemos pasado muy bien en este lugar. No obstante, el hombre muy pronto
llegará y lo demolerá todo para construir su importante carretera... Ahora es
muy cierto, nunca encontraremos otro hogar como este, pero tengo la seguridad
que donde quiera que encontremos una casa, por siempre seremos una gran
familia, lo sé.
— Nietas, Hijos míos,
escuchen lo que dice el Abuelo conejo, es una gran verdad, sin importar donde
nos encontremos, seremos una gran familia, un clan que se fortaleció bajo el
amparo de esta preciosa casa sin cristales, y los bonitos recuerdos que vivimos
aquí, ni el poderoso hombre con sus monstruosas máquinas crea carreteras podrá
demoler para que pasen por sobre ellos sus mortales automóviles. Propongo
entonces hacer una fiesta para celebrar todo lo lindo que vivimos bajo este
techo y muy temprano, marcharnos en búsqueda de un nuevo hogar: ¿Qué les parece
la idea?
Mamá y Papá conejos,
dóciles a la idea de los abuelitos, decidieron hacer los preparativos para
despedirse en una gran fiesta de la casa de los vidrios rotos, pero, los padres
mirando a sus tres hijas, se percataron de que ellas no tenían ninguna
intención de abandonar la casa, es más, se advertía en los almendrados ojitos
de cada una que tenían un plan para ahuyentar a los hombres y sus máquinas del
lugar. — Hijas mías, esos lindos ojos que poseen me dicen que no están conforme
con la idea de los abuelos, díganme: ¿Qué piensan?
— Mamá coneja, creo que
hablo por mis dos hermanas al decirte esto, pero, no queremos marcharnos de la
preciosa casita de los vidrios rotos, por lo contrario, deseamos enfrentar al
hombre y expulsarlo de las proximidades de nuestro hermoso hogar.
— Hija mía, pelear
contra el humano es imposible por sus armas... He visto como aquellos mortales
cilindros escupe truenos han matado a cientos de los nuestros y me temo que en
el campamento están muy bien armados. No no, pienso que incluso sería muy
temerario siquiera ir a ver... Lo correcto, es hacer lo que dice la Abuela, una
maravillosa despedida.
— Pero Papá conejo, si
no nos arriesgamos, jamás podremos saber si el hombre está armado o solo vino
con sus máquinas crea carreteras... Por favor, no queremos irnos.
Papá, cerró por unos
instantes sus ojos y pensó en los sentimientos de sus tres hijas para con la
casa, no obstante, el temor que le tiene a las escopetas fue más grande y al
abrir nuevamente los párpados, dijo — Hijitas mías, es muy noble lo que quieren
hacer, pero, el hombre no entiende nuestros sentimientos sin importar como se
lo intentemos aclarar, no no, es muy peligroso hablar con él, lo mejor será que
me escuchen y olviden todo plan que tengan para salvar la casa de los vidrios
rotos del avance de aquella carretera y mucho mejor es que se preparen para la
gran celebración que tendremos esta noche… Hijas, creo que he sido claro, por
ello es que quiero que no se arriesguen a hacer algo mortífero para ustedes:
¿Lo prometen?
Las tres Hijas muy
desilusionadas, elevaron un musitado "Sí" que dejó tranquilos a Mamá
y Papá conejos, aunque, en un pensamiento ilusoriamente telepático entre ellas,
acordaron que una vez esté durmiendo su familia, saldrían a investigar al
hombre para ver que podían hacer para ahuyentarlo de la zona… Entrado el
atardecer, entre juegos y bailes, los abuelos, papás e hijas conejo, celebraban
por última vez en lo que era su humilde hogar… Las jocosas risas de todos y las
carantoñas del abuelo conejo y de sus nietas daban armonía a la danza de las
conejitas, qué, muy felices cabriolaban y daban giros alrededor de su contento
abuelito. — Que lindo danzan mis nietas.
— Eso es porque son tus
nietas mamá, se parecen a ti en todo.
Sin embargo, aquella
dulce algarabía llegó a su fin al caer la media noche, y todos los conejitos se
fueron a sus dormitorios a dormir, cosa que las tres hermanitas esperaban con
muchas ansias... Algunos minutos más tarde en el dormitorio de las tres conejitas…
— Hermanitas, díganme: ¿Están listas?
La conejita mayor entre
la negrura que reinaba en la pieza, al unísono que salía muy sigilosa de su
camita, le preguntó a sus dos hermanas y estas, brincando de las suyas y
aterrizando en el suelo, le respondieron muy alegres al mismo tiempo alzando la
voz. — ¡Sí, estamos listas!
No obstante, la hermana
mayor, sentada al borde de su cama, mirando muy seria a sus dos pequeñas
hermanas, exclamó un fuerte: "SHHH", y continuó diciendo… — No eleven
tanto la voz que nuestros Abuelos y Papás nos escucharán y nos enviarán de
regreso a la cama y el plan se arruinará por completo.
— Ups, Lo sentimos…
Discúlpanos por favor hermanita.
Manifestaron las dos
conejitas abrazándose al centro del dormitorio, no obstante, la hermana Mayor,
bajándose de su camita, se desplazó hasta la puerta y la abrió muy lentamente y
asomando su cabecita al corredor, miró rápidamente a ambos lados y vio que no
había nadie. Entonces, invitó a sus hermanas a recorrer el pasillo, bajar por
las escaleras y caminar hasta la puerta de la casita de los vidrios rotos, todo
ello, en completo sigilo. — Bien hermanas, ya estamos a fuera, vamos pronto al
campamento humano y veamos qué podemos hacer para asustarlos con el fin de que
se retiren y no puedan construir su carretera por sobre nuestro hogar.
— Sí, vamos todas.
Con aquella misma
alegría con la cual respondieron antes, la conejita de en Medio y la Menor,
contestaron dando brincos alrededor de su hermana Mayor y finalmente, las tres
se fueron dando grandes saltitos en dirección al campamento obrero por el
sendero iluminado por la hermosa Luna llena. Al llegar al mismo lugar donde
Papá conejo vio a los humanos, observaron con sus propios ojitos lo que él
comentó. Aquellos hombres, tenían el lugar dividido en cuatro partes donde
ellos estaban instalados, en la primera y segunda porción, que eran contiguas a
la carretera que construían, estaban algunas máquinas, entre ellas, una gran
aplanadora, una enorme retro excavadora y un camión revolvedor de cemento y en
las tercera y cuartas porciones restantes, estaban cuatro módulos, piezas donde
dormían los obreros y guardaban sus importantes herramientas. — Hermanita
Mayor, dime: ¿Cómo espantaremos a los humanos de este enorme lugar? A mí no se
me ocurre nada.
Habló la simpática y
coqueta conejita de en medio que tiene su pelaje de hermoso color miel y
diminutas manchitas negras por doquier sin dejar de abrazarse a su hermana
menor, pero, la ingeniosa hermana Mayor les dijo — Denme un par de minutos para
ir a mirar más de cerca y les digo.
— De acuerdo.
Entonces, la conejita
Mayor, a brincos largos, bajó hasta el campamento y muy veloz recorrió todo el
lugar mirando a detalle todo lo que los humanos tenían allí, luego, regresó
rápido donde sus hermanitas y les comentó el plan que se le ocurrió para
horrorizar a los obreros. — Hermanitas, Hermanitas, ya tengo una idea que estoy
muy segura funcionará para nuestros propósitos.
Dijo la preciosa
conejita de pelaje negro como la noche jadeando un poco por la veloz carrera
que se dio ida y vuelta. — ¿Eso es cierto hermana Mayor? Por favor, dinos de
que se trata el plan.
Las dos pequeñas
conejas verbalizaron muy contentas dando brincos alrededor de su hermana, sin
embargo, esta, tomando algo de oxígeno, les contó. — Hermanitas, si bien
observé por las ventanas de los dormitorios y vi que el humano sí posee algunos
cilindros escupe truenos, también me di cuenta que no le ponen llave al sector
donde guardan sus alimentos y sus herramientas.
— ¿En serio, tan confiados
son los humanos?
Preguntó la pequeña
conejita Menor de hermoso pelaje albo como la nieve, pero con pequeños lunares
negros como el carbón al unísono que abrazaba a su hermana Mayor, y esta,
continuó diciendo — Así es, no tienen miedo y supongo que es porque no hay más
humanos por los alrededores de este precioso bosque.
— Eso es muy cierto,
abuelito Conejo me dijo que solo el hombre roba al hombre.
Manifestó la conejita
de en medio abrazándose también a su hermana Mayor, pero, esta, deseando contarles
su plan, les habló — Bien, ya no interrumpan y escuchen con atención el plan
que he urdido.
— Sí hermana Mayor.
— Hoy haremos lo
siguiente, regresaremos a nuestra querida casita de los vidrios rotos y
tomaremos prestadas las tres grandes cestas de la Abuela conejo, después,
iremos a visitar a la vieja bruja lechuza para pedirle que nos dé más fuerza y
velocidad y volveremos aquí y llenaremos con los alimentos y herramientas de
los hombres los canastos y más tarde, los esconderemos en lo profundo del
bosque en la cueva que está a la orilla del río más allá de nuestro hogar… Con
esto, el hombre, no solo mañana tendrá mucha hambre, sino que también estará
muy preocupado porque no tendrá sus valiosas herramientas.
— Si si si, pero digo
que también les escondamos sus cilindros escupe truenos por si luego les da por
ir a buscar por los alrededores sus cosas.
Más que contenta
manifestó la conejita de en Medio dando brinquitos cortos por el lugar. — Por
supuesto que sí, también les esconderemos sus letales armas de fuego.
Contestó la conejita
Mayor y las dos pequeñas de un brinco exclamaron: "¡Yupi!", aunque,
después siguieron a su hermana Mayor hasta la casita de los vidrios rotos para
conseguir las cestas y luego realizar el maravilloso plan.
Algunos minutos más
tarde… Ante el gran sauce llorón donde vive la vieja bruja lechuza, las tres
conejitas le contaron todo lo que estaba ocurriendo y ella, muy sabia y buena,
les dijo. — Preciosas conejitas, lo que el hombre desea hacer no es malo del
todo, porque con ello, conecta sus importantes ciudades para llegar a ellas en
menos tiempo, sin embargo, que él quiera destruir el hogar donde ustedes viven,
es un acto reprochable, es por ello, que no solo les aumentaré su fuerza física
y velocidad para que lleven a término su plan, también haré que el humano tenga
pesadillas donde vea que un enorme monstruo se roba sus alimentos, herramientas
y armas de fuego con el único fin de esconderlas a ustedes lindas conejitas.
— ¡Mil gracias dulce
lechuza!
Muy felices las tres
conejitas exclamaron al mismo tiempo que la vieja bruja lechuza volaba sobre
ellas rociándolas con brillos mágicos que les incrementaron la velocidad y
fuerza física. Después de una hora, con más energías y deseos de echar de la
zona a los humanos, las tres dando saltitos sigilosos por el campamento obrero,
tomaron los alimentos, herramientas y las escopetas y con todo se fueron a
dejarlo al interior de la cueva que estaba en la orilla del río. — Listo
hermanitas, con esto esos insaciables humanos aprenderán a respetar el hogar de
los demás.
— ¡Sí hermana Mayor,
esos humanos aprenderán!
— Bien pequeñas
hermanitas, regresemos a casa y mañana vendremos a ver qué ocurre con el
campamento.
Fue así como las tres
hermanas regresaron a casa y al día siguiente, al volver a mirar, vieron como
los hombres alegaban porque sus pertenencias se las había llevado un enorme
monstruo que los atormentó en sueños toda la noche. No obstante, el capataz
llamó a sus jefes en la ciudad y algunas horas más tarde, ya tenían nuevamente
alimentos y herramientas para continuar trabajando, aunque con mucho miedo, a
decir verdad. Sin embargo, esto, dejó muy triste a las conejitas. — Chispas, el
humano continúa armando su carretera con herramientas nuevas, no es justo.
— Sí hermanita de en
Medio, no es justo para nosotras que nos esmeramos mucho para esconderle las
anteriores, deberían haberse ido muy asustados al ver como aquel monstruo les
tomó sus cosas, pero no, ahí está, aun trabajando.
— Tranquilas hermanas,
tranquilas, que esta noche volveremos a hacer lo mismo para que mañana, el
terrible hombre se marche de estos lares sí o sí.
— De acuerdo hermana
Mayor.
Entonces, las tres
conejitas, no muy lejos del lugar, esperaron a que la noche cayera para poder
actuar y volver a llevarse las cosas del hombre, mientras tanto, pensaban en el
nuevo lugar que sus papás y abuelos buscan para vivir y con tristeza imaginaban
una fría cueva como la donde tienen escondidas las pertenencias del humano,
aunque, a la hermana de en Medio, de pronto, se le vino a la mente de que
quizás sería la misma cueva que ellas habían elegido y aquello las preocupó de
sobre manera. — Ay hermanitas, y que tal si nuestros Abuelos y Padres ya están
allí, descubrirán todo lo que hemos escondido y sabrán que fuimos nosotras
porque aún están las cestas con los alimentos, armas y herramientas de los
hombres…
Manifestó la conejita
Mayor y muy asustada y preocupada continuó diciendo. — Será mejor hermanas que
nos dirijamos a la cueva de la orilla del río y veamos que nuestros Abuelos y
Padres no estén husmeando por el lugar.
— Sí, vamos.
No obstante, las tres
conejitas al llegar a la cueva del río se percataron de que no había rastro de
que su familia había estado por ahí, aunque, eso en un primer instante, ya que
cuando regresaron a hacer guardia al campamento obrero, justo Papá conejo en
compañía de Mamá y Abuelos aparecieron y encontraron todas las cosas del hombre
metidas en la cueva, sin embargo, no encontraron las cestas ya que las tres
conejitas se las llevaron para llenarlas nuevamente. — Papá conejo: ¿Qué hacen
estas cosas aquí?
Mamá conejo preguntó
muy curiosa al ver en compañía de los abuelos todo lo que las conejitas habían
recolectado, claro, ella, no sabía esto, mas, aun así, todo le era un gran
misterio, ya que, a simple vista, aquellas cosas pertenecían al humano. — No lo
sé, desconozco el por qué están en esta cueva, que, dicho sea de paso, se ve
muy agradable, aunque las cosas que están aquí, casi la repletan del todo,
Quizás si las dejamos en otro lado, podríamos convertir luego esta cueva en
nuestro nuevo hogar: ¿Qué les parece la idea?
Mirando lo enorme de la
cueva, el Abuelo conejo, pero también las cosas que a su pensar el hombre dejó
ahí, aclarándose su garganta, manifestó. — No no, no es un muy buen lugar si el
humano ha venido a ocultar o a tirar sus importantes artículos aquí, es muy
posible que después vuelva y tengamos problemas otra vez con él... Lo correcto
es buscar un poco más en el bosque nuestro nuevo hogar, es lo que pienso.
— Por supuesto que sí
Abuelo conejo, tienes mucha razón, mejor busquemos en otra parte.
Respondieron al unísono
Abuela, Mamá y Papá conejos y en compañía del Abuelo, salieron todos de la
cueva para internarse aún más en el bosque y así encontrar un lugar definitivo
para vivir en paz y lejos del peligroso humano. Por otro lado, varias horas más
tarde, la jornada laboral, había terminado y los trabajadores se fueron a
dormir después de haber cenado muy bien, no obstante, sin sospechar que hay por
los alrededores tres conejitas dispuestas a impedir que continúe el avance de
la carretera para salvar así, su hogar. — Bien hermanas, es hora de actuar…
Bajemos al campamento y hurtemos las cosas del hombre para que este se
atemorice y se vaya de una vez por todas de esta zona y nos deje en paz.
— Sí hermanita mayor…
¡A la carga!
Fue así como las tres
pequeñas conejas bajaron al campamento con mucho sigilo y rodearon los módulos
hasta llegar al que contiene los alimentos e importantes herramientas, aunque,
al asomarse a mirar la puerta del modular, para sorpresa de las tres conejitas,
había un humano sentado en el suelo y con la espalda apoyada en ella. Ahora, si
bien este hombre estaba de guardia, se vislumbraba algo de amargura en su
rostro fornido. — Hermanitas, esto no me lo esperaba, creí que el hombre era un
ser muy confiado, pero, no es así, está ahí, vigilando sus cosas.
Igual que sus otras
hermanas, la Mayor, con su espalda apoyada en la pared del módulo bodega les
habló, pero, la de en Medio y la Menor, muy asustadas, al unísono pronunciaron
trémulamente. — Ay hermanita, aquel hombre se ve muy mañoso... ¿Por qué no nos
vamos y volvemos mañana? Quizás para ese entonces, él ya no esté.
Sin embargo y para
desgracia de las hermanitas, aquel hombre fornido, tiene un muy buen oído y las
escuchó conversar y sin darles tiempo para huir, se apareció a espaldas de las
tres conejitas que continuaban hablando entre ellas. — Que hacen aquí.
Al escuchar la voz del
hombre, que por poco logra que la conejita mayor se hiciera pis sobre sus
patitas, muy lentamente giró sobre sus talones y lo miró a los ojos y aunque
algo apocada, le respondió — Señor, solo estoy paseando con mis hermanas por
estos lares... ¿Tiene algo de malo eso?
— No, pero quizás sean
ustedes quienes y con malignos sueños se están llevando la comida e
instrumentos con el fin de retrasar la obra… Dime: ¿Me equivoco o no?
La conejita algo
inquieta no fue capaz de esconder sus pensamientos y quedó completamente
expuesta al hombre que le consultó, aunque, él, entre risas, poniéndose en
cuclillas, continuó diciendo. — Bien, creo que pillé a los ladrones, lo segundo
es descubrir cómo y los motivos que les empujaron a llevarse nuestras
pertenencias… Dime: ¿Por qué los tomaron? Pienso que no es por hambre.
Entonces, la conejita
ya sin poder huir con sus hermanas y pedir socorro a sus padres y abuelos, no
tuvo más opción que confesar el por qué y entre lágrimas, lo manifestó. — Señor,
disculpe por llevarme sus pertenencias, pero, ustedes están a punto de pasar
por sobre nuestro hogar con aquella carretera que están construyendo… Por ello,
es que con mis hermanas tomamos todo con la ayuda de la vieja bruja lechuza que
nos brindó poderes para sumirlos a todos ustedes en una pesadilla… Mientras
ello ocurría, escondimos sus pertenencias en una cueva con el fin de asustarlos
y hacerlos huir del lugar… Lo que hicimos fue para salvar nuestra preciosa y
acogedora casa de los vidrios rotos… Discúlpenos.
El hombre tras escuchar
a la preciosa conejita, en un acto que ella jamás esperó, conmovido porque si
él se encontrara en la misma situación también haría lo mismo, despertó a todos
los obreros, gritando — ¡Hombres, tenemos que mover una casa, levántense!
Fue así como todos los
trabajadores salieron de sus camas y ya en pie, se desplazaron junto a la
conejita y sus hermanas hasta la casa que era el hogar de este clan de conejos
con el fin de ver si podían moverla algunos metros más allá. Sin embargo, grata
fue la sorpresa para las conejitas de que aparte de que la casa de los vidrios
rotos era el antiguo hogar del capataz que ordenó que se levantaran todos,
motivo por el que él estaba melancólico, descubrieron que, podían moverla, cosa
que hizo muy feliz a las tres conejitas y a los padres y abuelitos de ellas.
Esa noche, todos los
obreros, incluidas las conejitas, ayudaron a mover la casa un par de cientos de
metros más allá y también, las tres hermanitas, regresaron todas las cosas a
los hombres que resultaron ser muy buenos y de gran corazón. Más tarde y luego
de que el clan de conejos agradeció el gesto, después de que los trabajadores
descansaran todo el día, la obra continuó en completa paz y los conejitos,
vivieron muy felices todo el resto de sus vidas en su preciosa casa de los
vidrios rotos.
Fin.
Autor.
Wilfredo Fernando
Arteaga Ceballos.
Autor del título
original.
Poeta Reveko de la
Jara.
Mil gracias por leer.