jueves, agosto 17, 2023

FEDERICO Y EL GNOMO

Federico y el gnomo.

 

Federico es un niño de cuatro años con una increíble imaginación. En muchas ocasiones, ni cuenta se da del lugar en donde él está por tener esta capacidad tan potente de fantasear. No obstante, así como sus padres, Federico piensa que él es un niño súper especial por poder viajar a cientos de Mundos distintos todos los días.

 

En una ocasión, mientras almorzaba en la cocina junto a su madre, Marisol, este pequeño niño, le escuchó decir que el frasco lleno de azúcar había desaparecido. La madre entonces culpó al gnomo del azúcar. Bastó con aquella minúscula información para que la imaginación de Federico comenzara a volar.

 

Fue así como Federico y en solo segundos se transportó a un Mundo maravilloso desde la comodidad de su silla para almorzar. Al tomar tierra y mirar a su alrededor, notó que la cocina se transformó en una ciudad muy ajetreada. Federico comenzó a caminar por las calles y vio diminutas personas en lo que para él parecían ser sus viejos automóviles a control remoto.

 

De pronto, mientras Federico caminaba por las calles pintadas a la acuarela y hechas de papel maché así como sus edificaciones, un pequeño ser que apareció a sus espaldas, le habló con mucha familiaridad:

 

- ¡Federico! Pero... ¿Qué haces tú aquí?

 

El pequeño Federico se sorprendió enormemente al escuchar la voz porque no esperaba que alguien lo reconociera. Eso jamás pasó en ninguno de los Mundos que el visitó en el pasado, pero, aun así, no tuvo miedo y, girándose sobre sus talones, volteó a ver a quien le había hablado. Al girar, vio a un diminuto hombrecillo de barba y mostacho cano, ñata rechoncha y grandes y redondos ojos azules, vestido con chaquetón, camisa, pantalones y bototos coloridos que le sonreía muy contento.

 

- ¿Usted me conoce?

 

Dijo Federico con cortedad.

 

- Así es pequeño Federico, te conozco desde tu nacimiento.

 

- ¿En serio?

 

Dijo Federico muy asombrado mirando como pausado el diminuto hombrecillo se aproximaba a él con sus brazos abiertos para abrazarlo. Federico lo abrazó y el gnomo continuó diciendo:

 

- Mi pequeño amiguito, quizás no recuerdes mi nombre, pero, ¿Te acuerdas del resplandor que te saca de los Mundos que visitas cuando las cosas se ponen peligrosas? Dime, ¿Verdad que lo recuerdas?

 

Federico pensó un poco y rememoró aquel resplandor que mencionó el gnomo cuando la situación se tornaba arriesgada, aunque, jamás pensó en que alguien le ayudaba en esos momentos, él creía que así esos Mundos lo ahuyentaban para que regresara a su casa y ya no se atreviera a volver.

 

- Sí, lo recuerdo, aunque, nunca pensé que fuera usted quien me ayudaba a escapar de aquellos Mundos, señor.

 

- Bueno, ahora ya lo sabes mi pequeño Federico. No obstante, me temo que también te tendré que espantar de este Mundo también.

 

- ¿Por qué? Si las cosas aún no se ponen feas.

 

Dijo Federico pesaroso y preocupado porque quería saber dónde iba a parar el azúcar que a su madre se le perdía.

 

- Pero... Para que esperar que se pongan feas, es mucho mejor retirarse ileso y vivir tranquilito y feliz en casa, dime, ¿Estás de acuerdo conmigo?

 

Habló el gnomo con voz graciosa al mismo tiempo en que todo su cuerpo pequeñito, comenzaba a centellear para que, al destellar, Federico fuera a parar directo a su hogar. Sin embargo, Federico intentó escapar, pero, todo su cuerpo estaba paralizado.

 

- ¡No No... ¡Yo me quiero quedar, porque aún no sé dónde se va el azúcar que se le pierde a mi mamá!

 

El pequeño Federico reclamó a grito limpio, pero, el hechizo ya estaba listo y de un enorme, "¡Flash!", él y el gnomo regresaron a casa. Sin embargo, para Federico, las cosas estaban inconclusas, tenía que descubrir el por qué desaparecía el azúcar de su madre y con toda seguridad, aquel diminuto ser que le sonreía de seguro sabía dicha información.

 

- Disculpa pequeño gnomo, pero, al regresarme a mi hogar has estropeado mi misión.

 

Dijo Federico muy serio.

 

- ¡Ups! Ni lo digas, pero, dime, ¿Cuál era tu importante misión?

 

Muy cuitado e intranquilo le preguntó el gnomo mirando al pequeño niño a los ojos.

 

- Señor, mi importante misión al visitar aquel Mundo, era descubrir quién se lleva el frasco de azúcar de mi mamá y, como ella culpó al gnomo del azúcar, pienso que por eso fui transportado hasta allá, para descubrir al ladrón y recuperar el frasco.

 

- Ya ya, comprendo y suena muy sensata tu misión... Sí, muy sensata, pero, creo que nunca pillarías al culpable, esto, porque todos los gnomos somos culpables de llevarnos el frasco de azúcar de los hogares de todo el Mundo pequeñín.

 

Federico quedó muy sorprendido al escuchar las palabras del gnomo, porque jamás pensó que todos los hogares del Mundo en algún momento sufrían la pérdida de sus frascos de azúcar, sin embargo, aún no sabía el por qué, pese a que las sospechas de su madre estaban totalmente confirmadas.

 

- Disculpe señor gnomo, ¿Me podría decir el por qué todos los gnomos del Mundo se llevan el azúcar? Por favor.

 

- Bien, creo que no habrá problema si te lo digo, después de todo, lo pediste cortésmente.

 

Muy solemne dijo el gnomo con su mirada perdida en un confín imaginario y continuó diciendo:

 

- Pequeño Federico, los gnomos tomamos prestado el frasco de azúcar de todos los hogares del Mundo porque para nosotros, es dinero, y mucho, mucho, a decir verdad. Sin embargo, luego de hacer un par de trueques con ella, regresamos a los hogares el azúcar que tomamos, aunque, mucho más dulce y con un mágico y maravilloso obsequio.

 

- ¿En serio? Pero, ¿Qué regalo dejan ustedes los gnomos junto al frasco de azúcar?

 

Muy sorprendido, pero también curioso preguntó Federico porque nunca escuchó de su madre decir que había encontrado un presente junto al frasco de azúcar en la cocina.

 

- Pequeño, los regalos no siempre son materiales, muchas veces son intangibles y de aquellos, los gnomos siempre dejamos muchos.

 

- ¿Lo dice en serio?

 

- Sí pequeño Federico... Nuestros mágicos presentes se traducen en: Muy buena salud, dicha y prosperidad y grandes ondas de energía positiva para toda la familia que consume el azúcar que regresamos.

 

Federico, al escuchar al diminuto pero sabio gnomo, comprendió el porqué de que en su familia la dicha y prosperidad siempre estaban presentes, así como la buena salud y le dio las gracias por ello, aunque, por dentro, no se aguantaba las ganas de contarle a su madre todo lo que había descubierto gracias a su buen amigo el gnomo. No obstante, antes de marcharse, el diminuto hombrecillo, le pidió que guardara el secreto porque de lo contrario la hermosa magia se perdería para siempre. Federico, muy responsable, lo prometió. Entonces, el gnomo se fue muy feliz y contento porque su pequeño amigo nunca rompería el equilibrio que los gnomos mantienen en nuestros dulces hogares.

 

Fin.

 

By Príncipe Kitsune. 

domingo, julio 30, 2023

¿ME AYUDAS A CRUZAR LA CALLE? (En Texto)

¿ME AYUDAS A CRUZAR LA CALLE?

 

Valeria es una joven ciega que vive en el Gran Concepción. Ella es una estudiante universitaria y se desplaza por la ciudad usando un bastón. Valeria es una persona independiente y no le teme a nada, pero hay una cosa que la preocupa: cruzar la calle.

En el Gran Concepción hay muchas calles peligrosas para las personas ciegas. Muchas de las calles no tienen semáforos con chicharras o botones para solicitar que cambie a su favor el color de la luz. Esto hace que sea muy difícil para Valeria cruzar la calle de forma segura.

El día de hoy, Valeria está esperando para cruzar una calle de doble carril. Lleva más de quince minutos esperando y está empezando a desesperarse. Los autos pasan a toda velocidad y Valeria no puede escuchar si vienen en su dirección. Ella está empezando a sentir miedo.

De repente, Valeria escucha un ruido. Es un coche que se acerca a toda velocidad. Valeria se agacha y el coche pasa rozándola. Valeria respira hondo y se da cuenta de que ha tenido mucha suerte y decide no intentar cruzar la calle por su cuenta.

 

Valeria, con su rostro hacia el cielo buscando escuchar una señal casi al punto del llanto continuaba pidiéndole auxilio a Dios poder cruzar la calle lo más pronto posible. Entonces, un caballero apareció en el lugar y al ver el gastado bastón blanco de Valeria y a ella muy desesperada, con aquel sentido paternal grande que él tiene en su corazón, muy atento le preguntó:

-¿Necesitas ayuda, mi hija?

Valeria se sorprendió. No esperaba que nadie se le acercara. Aquel señor, de unos sesenta años, con el pelo blanco y la barba canosa vestía un traje de negocios y llevaba un maletín.

-Sí, por favor -dijo Valeria-. Estoy muy atrasada y necesito cruzar la calle.

El hombre sonrió. -No hay problema -dijo-. Yo te ayudo.

El hombre le ofreció su brazo a Valeria y la guio a través de la calle. Valeria estaba muy agradecida por la ayuda del hombre. Ella sabía que, sin su ayuda, podría haber sido atropellada por un coche.

-Gracias -dijo Valeria-. No sé qué habría hecho sin usted.

-No hay de qué -dijo el hombre-. Es un placer ayudar a una joven en apuros.

 

Valeria y el hombre fueron un gran ejemplo de cómo las personas pueden ayudarse mutuamente. Valeria estaba en apuros y el hombre estaba dispuesto a ayudarla para que ella llegara a la universidad a tiempo.

 

Esta historia es un recordatorio de que siempre hay personas dispuestas a ayudarnos. No debemos tener miedo de pedir ayuda cuando la necesitamos. También debemos estar dispuestos a ayudar a los demás cuando lo necesiten.

 

El mundo sería un lugar mejor si todos estuviéramos dispuestos a ayudarnos mutuamente.

 

Aquí hay algunos consejos sobre cómo ayudar a las personas ciegas a cruzar la calle:

• Ofrécete a ayudar. No es necesario que seas un experto para ayudar a una persona ciega a cruzar la calle. Simplemente ofrécete a que te tome del brazo y guíala a través de la calle.

• Habla con la persona. Hazle saber que estás allí para ayudarla y que te llame si tiene alguna pregunta.

• Sé paciente. Las personas ciegas pueden necesitar un poco más de tiempo para cruzar la calle. Ten paciencia y no te impacientes.

• Sé respetuoso. Recuerda que las personas ciegas son personas como tú. Trátalas con respeto y consideración.

 

Al seguir estos consejos, puedes ayudar a que las personas ciegas crucen la calle de manera segura y cómoda.

 

Fin.

 

By Príncipe Kitsune. 

sábado, julio 29, 2023

¿ME AYUDAS A CRUZAR LA CALLE?

Hola hermosas personas que visitan mi blog, hoy les traigo un video nuevo que se titula: "¿Me ayudas a cruzar la calle?". Este video es muy especial ya que refleja un problema que ocasionalmente tenemos las personas en situación de discapacidad visual, el cual es, cruzar calles sin chicharras.


Las chicharras son dispositivos sonoros que alertan a las personas ciegas de que el semáforo a cambiado de color y cuando este no está, nos enfrentamos a una situación bastante preocupante ya que se nos dificulta el cruzar las calles muy transitadas por vehículos.


Así que ya saben, escuchen el video por favor, compartan, suscríbanse y califiquen que con ello me ayudan a crecer.


¿Me ayudas a cruzar la calle?

jueves, julio 27, 2023

LAS PASTILLAS COLOR NARANJA DE ISIDORA

Las pastillas color naranja de Isidora.


En una profunda y verde floresta del sur de Chile, vive una hermosa bruja de rojiza cabellera que todos conocen como Isidora la Voladora. Ella, muy humilde y protectora de las plantas, animales y gente, vuela por los azules cielos del país ayudando a todo aquel que lo necesite con sinceridad y de todo corazón.


Cierto día, durante su estancia en la Región del Biobío, un cicatero ochentón que vive como todo un monarca en su castillo en el viejo cerro amarillo, se enteró de parte de un gorrioncillo pecho amarillo que llora y llora que la guapa Isidora está de visitante en Concepción. Entonces, al poner su maligna cara de codicia, el cicatero ochentón se dispuso a secuestrarla para quedarse con los dones curativos de ella y cobrar una fortuna a quienes deseen sanarse. Ya resuelto, mandó a sus esbirros a buscarla. La encontraron volando por los cielos de Concepción y la capturaron.


El cicatero ochentón la llevó a su castillo y la encerró en una torre. Ella se puso muy triste por lo sucedido. No obstante, intentó usar su magia para escapar de la torre, pero el cicatero ochentón la encerró en su mejor torre fortificada.


Isidora muy enfadada, sabía que nadie la salvaría. Sabía también que tenía que escapar por su propia cuenta. Entonces sacó de un saquillo un par de pastillas color naranja que, al tomarlas, incrementaron su fuerza física y velocidad a la de cien hombres ágiles y fornidos y se liberó rompiendo la protección de la ventana. Luego, voló a través de la misma y escapó de la torre.


El cicatero ochentón se sorprendió mucho cuando se dio cuenta de que Isidora se había ido e intentó enviar a sus esbirros tras ella, pero ella era demasiado rápida para ellos.


Isidora voló de regreso a su hogar en la floresta y ahora muy contenta de estar de vuelta y a salvo, sabía que nunca más sería víctima del cicatero ochentón y pese a su desventura, ella continuó ayudando a las personas en necesidad.


Era una bruja poderosa y amable, y estaba decidida a hacer del mundo un lugar mejor para todos nosotros.


Fin.


By Príncipe Kitsune. 

martes, julio 25, 2023

EL NIÑO ARENA

EL NIÑO ARENA.


Esta es la historia de un pequeño niño de cuatro años de edad que solo pensaba en disfrutar de la arena que hay en el patio de su hogar, al punto, de que en su soñera, se veía al interior de su arenero jugando muy feliz. No obstante, en el Mundo de los sueños la vida es alterada por completo, al punto de que lo que es normal, se transforma en algo ilusorio e inusitado.


Sucedió un día que mientras el pequeño niño jugaba en el interior de su arenero con los pies descalzos, por la hora, a sus ojitos cafés se metió una gran somnolencia que lo desmayó rápido sobre el albero y cayó al increíble Mundo de los sueños donde al despertar, se vio convertido en un niño de arena.


La primera sensación del niño al verse así, fue que en toda su piel percibía hormigueo producto a la tierra que se desprendía tras cada movimiento de los brazos, piernas y cabeza que el pequeño realizaba al examinar su cuerpo de arena, pero al acostumbrarse a dicho efecto y mirar a su alrededor, notó que estaba acompañado por un señor que lo miraba alegremente.


Aquel señor que el pequeño miraba con gran curiosidad, era un abuelo de barbas largas y plomizas, negros quevedos, gorro en punta y vestuario colorido que de igual forma contemplaba al niño. Sin embargo y luego de algunos minutos de mirarse, el abuelo, perfilando en su rostro una sonrisa, manifestó…


— ¿Me mirarás todo el día o ya te decidiste a venir conmigo a jugar con los demás niños de arena en la gran granja Marga-Marga? Si me contestas que sí, te llevo en mi carroza de roca tirada por hermosos corceles de grava… Pero si me dices que no, despertarás en tu arenero y no podrás recordar nada de nada.


El pequeño niño que además de su gusto por la arena, tiene un gran sentido de la aventura, sin vacilar por un solo segundo, le respondió al abuelo moviendo afirmativamente la cabeza. Entonces, aquel mágico señor al chascar los dedos de su mano derecha, se transportó junto al niño al precioso vehículo y después de tomar las riendas entre sus avejentadas manos, dio ajuste a los hermosos corceles que de igual forma, tras ser envueltos en brillos mágicos y misteriosos, desaparecieron del aparcamiento del hogar del niño y aparecieron en la divertida y sorprendente granja Marga-Marga.


El niño se sentó en el coche de piedra y miró a su alrededor. Aquel Mundo estaba hecho de arena, pero no era como la arena del arenero, era arena suave y esponjosa, y se sentía bien entre sus dedos.


El cielo era de un azul claro y el sol brillaba, lo que hizo sonreír al pequeño niño. Estaba en un lugar maravilloso.


El simpático abuelo condujo el coche por un camino de arena y el niño vio animales de arena corriendo por el campo. Había caballos, vacas, cerdos e incluso un elefante. El niño nunca había visto nada igual, cosa que hizo sonreír al abuelo al ver al pequeño muy emocionado. Luego condujo el coche hasta una gran casa de arena y se detuvieron.


El niño salió del coche y miró la casa. Aquella casa Era la más bonita que había visto nunca. Fabricada solo de arena, pero, era tan hermosa como una casa hecha de madera o ladrillos.


El abuelo abrió la puerta de la casa y el niño entró. El interior de aquella hermosa casa estaba llena de niños de arena que estaban jugando y riendo. El niño se unió a ellos y se divirtió mucho.


El pequeño niño pasó el día jugando con los otros niños de arena. Jugaron a la pelota, a la escondidas y a muchos otros juegos y también cantaron y bailaron. Se lo pasó genial.


Al atardecer, el abuelo llamó al pequeño niño y le dijo que era hora de irse. Entonces, el pequeño, se despidió de los otros niños de arena y se subió al coche con el abuelo. El abuelo condujo el coche por el camino de arena y el niño vio cómo los animales de arena se alejaban hasta desaparecer.


El coche llegó al aparcamiento del niño y el abuelo detuvo el coche. El pequeño niño salió del coche y miró a su alrededor. Estaba en su casa. Se había divertido mucho en el Mundo de los sueños, pero estaba contento de estar en casa.


El niño se despidió del abuelo y entró en su casa. Se acostó en la cama y cerró los ojos. Pensó en el Mundo de los sueños y en todos los amigos que había hecho. Se sonrió. Sabía que nunca olvidaría su aventura en el Mundo de arena.


Fin.


By Príncipe Kitsune. 

domingo, julio 23, 2023

HUMANO CORAZÓN EN RED

Humano corazón en Red.

 

María, mujer divorciada de cincuenta y cinco años, sentada en el asiento frente al escritorio donde está su vieja computadora, guía el cursor del Mouse por las diferentes páginas Web de citas que buscó en Google con el deseo de encontrar a un buen galán para tener con él una excelente aventura de fin de semana. No obstante, hoy por hoy, solo hallaba jovenzuelos que hacían alarde en los post de los hilos de los foros lo mucho que duraban en la cama, lo enorme de su pitufo y de la belleza de las chicas con las cuales se habían acostado un par de noches a tras, sin embargo, más allá de sacarle un par de risas a María, ninguno de los exponentes le provocaba el deseo de hacer match, pero... No fue hasta que leyendo encontró a Mario de sesenta años que más que promocionarse, le daba muy buenos consejos a los jóvenes que publicaban en el famoso sitio de citas.

 

Entre las publicaciones de Mario, habían varias fotografías que mostraban escenas de él en el campo paseando en caballo, mascando una sabrosa manzana verde con su resplandeciente dentadura  y en uno que otro restaurante comiendo y bebiendo muy austeramente y, a pesar de que es un muy buen y prestigioso odontólogo, enseñaba que solo le gustan las cosas sencillas de la vida, es decir, sin muchas complicaciones a decir verdad. Esto dejó a María muy cautivada y dispuesta a hacer un match con Mario... Entonces, ya sin ninguna duda en su mente, movió el cursor hasta la bandeja de entrada para dejarle un mensaje privado a este apuesto y encantador varón.

 

Una vez enviado el candoroso mensaje a Mario, María cerró sesión y apagó su computadora, luego, tomó su celular que estaba encima del escritorio y se fue a su dormitorio con la esperanza de que aquel odontólogo, después de leer la nota, la llame y ojalá, en la noche del mismo día Jueves en curso. Sin embargo, aquella noche Mario no llamó, de hecho, ni si quiera el día Viernes, lo que desilusionó enormemente a María.

 

Ya conforme a la idea de pasar otro fin de semana sola, María, sentada de nuevo en la silla frente al escritorio donde está su computadora, decidió ingresar al famoso sitio de citas para ver su Inbox y eliminar todos esos mensajes obscenos que de seguro recibió de parte de aquellos mismos jóvenes que solo buscan sexo. No obstante, grande fue su sorpresa al encontrar solo mensajes de Mario qué, en un par de notas le explicaba el por qué no había llamado ese mismo día.

 

Mario es un hombre al fin y al cabo y de eso María se dio cuenta tras leer con detenimiento las notas que él escribió, aunque, ella se identificó mucho con el siguiente texto:

 

"Hermosa dama; Es para mí un honor recibir un match de su parte, aunque quizás, a mi edad no lo merezco por la razón de que, igual que los jóvenes que usted citó en su mensaje, también busco alardear de mi vida, pero, no con mujeres, ya que mi intención no es producir una herida en sus humanos corazones, más bien, deseo divertirme un rato en esta Red social leyendo los post de los muchachos que suelo orientar... Es por ello, le pido me disculpe, pero por esta ocasión, daré un paso al lado a su gentil invitación.

 

Se despide atentamente:

Mario Gonzales Jara".

 

Fue como María comprendió con las palabras de Mario que lo mejor de aquel sitio no era conseguir citas para divertirse un fin de semana, si no que tratar de mantener un humano corazón en Red y no lastimar a aquella persona que se encandiló contigo.

 

Fin.

 

By Príncipe Kitsune. 

LA CASA DE LOS VIDRIOS ROTOS (En texto)

LA CASA DE LOS VIDRIOS ROTOS.

 

Érase una vez en un tupido bosque del Sur de Chile una familia de conejos que vivía al interior de una antigua casa con sus vidrios completamente rotos, al punto de que ya ni rastro de cristales existía en los marcos, pero, aquel detalle, no le importaba a ningún integrante de este singular clan que era muy feliz entre las cuatro paredes de madera de este especial hogar escondido entre los árboles de esta fructífera floresta, que recordemos, se encuentra al Sur del país.

 

En el interior de esta curiosa prole de conejitos, igual que las familias humanas, tenemos unos rechonchos abuelitos consentidores de largas orejas y pelaje como la dulce miel, un recio Papá responsable de pelaje negro como el carbón, una esvelta y alba Mamá hacendosa y tres preciosas, pero muy Inquietas y revoltosas Hijas que reúnen todas las características físicas de sus padres y abuelos. No obstante, estas últimas, sin duda, son la chispa y vida de este maravilloso hogar, que un día, estuvo en gran peligro por el incesante y tenaz progreso del ser humano.

 

Pasó que cierto día, mientras el Papá y Mamá conejos recolectaban fruta y frutos secos al interior de una cesta por los terrenos cercanos a la casa, el Papá, deseando llevar a la mesa de su hogar sabrosas moras, se apartó de Mamá y dando fuertes brincos, llegó a una ladera donde en los arbustos crecían estas delicatessen, pero, al aproximarse a los matorrales y mirar hacia abajo, no pudo creer lo que sus ojitos vieron, un campamento obrero trabajando para construir una carretera que por la dirección de la misma, pasaría por sobre la hermosa casa de los vidrios rotos, hogar de los conejitos... Sin embargo, Papá conejo corrió en dirección donde había dejado a Mamá conejo recolectando bayas con el fin de informarle sobre lo que él había visto, y tras algunos minutos y un par de trancos más, muy sobresaltado pudo llegar donde se encontraba ella muy feliz depositando al interior de la rebosante cestilla algunos frutos secos. — ¡Pronto Mamá coneja deja todo lo que haces el voraz hombre ya está aquí!

 

Exclamó  Papá al divisar a su esposa que, al escucharlo, soltó al interior de la cestilla los últimos frutos secos que recolectó y muy nerviosa, con sus manitos en plegaria y mirando hacia la senda por donde venía él, aguardó a que llegara donde ella y al aparecer, la tomó de las manos y le explicó antes de salir corriendo de aquel lugar. — Esposa mía, he visto al humano instalado en las proximidades y he podido ver también como este construye una carretera que por la dirección que está tomando, estoy más que seguro, pasará por sobre nuestro hogar.

 

— ¡Oh mi Dios! … ¿Qué haremos ahora? Temo por nuestras hijas y por los abuelos, están en casa sin saber lo que ocurre. Por favor, volvamos a casa para informarlos y juntos decidir qué hacer.

 

— Por supuesto, cojamos la canasta y volvamos rápido a casa.

 

— Sí Papá conejo.

 

Fue así como ambos a tranco firme y veloz, regresaron a la casa de los vidrios rotos e informaron al resto de la familia sobre la aparición del hombre en las proximidades y de como pretendía hacer pasar una carretera por lo que es su hogar, y según lo que había visto Papá conejo, no faltaba mucho para que llegaran a la zona. Por otro lado, el Abuelo y Abuela conejos, resignados con tener que retirarse de lo que ha sido su morada por varios años, abrazados el uno al otro mirando alicaídos el suelo, con sus voces entre cortadas, manifestaron a la familia. — Mis pequeñas nietas, mi fuerte y responsable hijo y mi gentil y laboriosa nuera, creo que ya es tiempo de marcharnos y buscar otro hogar en lo más profundo del bosque... Hemos cumplido un invaluable ciclo aquí y sin ninguna incertidumbre, lo hemos pasado muy bien en este lugar. No obstante, el hombre muy pronto llegará y lo demolerá todo para construir su importante carretera... Ahora es muy cierto, nunca encontraremos otro hogar como este, pero tengo la seguridad que donde quiera que encontremos una casa, por siempre seremos una gran familia, lo sé.

 

— Nietas, Hijos míos, escuchen lo que dice el Abuelo conejo, es una gran verdad, sin importar donde nos encontremos, seremos una gran familia, un clan que se fortaleció bajo el amparo de esta preciosa casa sin cristales, y los bonitos recuerdos que vivimos aquí, ni el poderoso hombre con sus monstruosas máquinas crea carreteras podrá demoler para que pasen por sobre ellos sus mortales automóviles. Propongo entonces hacer una fiesta para celebrar todo lo lindo que vivimos bajo este techo y muy temprano, marcharnos en búsqueda de un nuevo hogar: ¿Qué les parece la idea?

 

Mamá y Papá conejos, dóciles a la idea de los abuelitos, decidieron hacer los preparativos para despedirse en una gran fiesta de la casa de los vidrios rotos, pero, los padres mirando a sus tres hijas, se percataron de que ellas no tenían ninguna intención de abandonar la casa, es más, se advertía en los almendrados ojitos de cada una que tenían un plan para ahuyentar a los hombres y sus máquinas del lugar. — Hijas mías, esos lindos ojos que poseen me dicen que no están conforme con la idea de los abuelos, díganme: ¿Qué piensan?

 

— Mamá coneja, creo que hablo por mis dos hermanas al decirte esto, pero, no queremos marcharnos de la preciosa casita de los vidrios rotos, por lo contrario, deseamos enfrentar al hombre y expulsarlo de las proximidades de nuestro hermoso hogar.

 

— Hija mía, pelear contra el humano es imposible por sus armas... He visto como aquellos mortales cilindros escupe truenos han matado a cientos de los nuestros y me temo que en el campamento están muy bien armados. No no, pienso que incluso sería muy temerario siquiera ir a ver... Lo correcto, es hacer lo que dice la Abuela, una maravillosa despedida.

 

— Pero Papá conejo, si no nos arriesgamos, jamás podremos saber si el hombre está armado o solo vino con sus máquinas crea carreteras... Por favor, no queremos irnos.

 

Papá, cerró por unos instantes sus ojos y pensó en los sentimientos de sus tres hijas para con la casa, no obstante, el temor que le tiene a las escopetas fue más grande y al abrir nuevamente los párpados, dijo — Hijitas mías, es muy noble lo que quieren hacer, pero, el hombre no entiende nuestros sentimientos sin importar como se lo intentemos aclarar, no no, es muy peligroso hablar con él, lo mejor será que me escuchen y olviden todo plan que tengan para salvar la casa de los vidrios rotos del avance de aquella carretera y mucho mejor es que se preparen para la gran celebración que tendremos esta noche… Hijas, creo que he sido claro, por ello es que quiero que no se arriesguen a hacer algo mortífero para ustedes: ¿Lo prometen?

 

Las tres Hijas muy desilusionadas, elevaron un musitado "Sí" que dejó tranquilos a Mamá y Papá conejos, aunque, en un pensamiento ilusoriamente telepático entre ellas, acordaron que una vez esté durmiendo su familia, saldrían a investigar al hombre para ver que podían hacer para ahuyentarlo de la zona… Entrado el atardecer, entre juegos y bailes, los abuelos, papás e hijas conejo, celebraban por última vez en lo que era su humilde hogar… Las jocosas risas de todos y las carantoñas del abuelo conejo y de sus nietas daban armonía a la danza de las conejitas, qué, muy felices cabriolaban y daban giros alrededor de su contento abuelito. — Que lindo danzan mis nietas.

 

— Eso es porque son tus nietas mamá, se parecen a ti en todo.

 

Sin embargo, aquella dulce algarabía llegó a su fin al caer la media noche, y todos los conejitos se fueron a sus dormitorios a dormir, cosa que las tres hermanitas esperaban con muchas ansias... Algunos minutos más tarde en el dormitorio de las tres conejitas… — Hermanitas, díganme: ¿Están listas?

 

La conejita mayor entre la negrura que reinaba en la pieza, al unísono que salía muy sigilosa de su camita, le preguntó a sus dos hermanas y estas, brincando de las suyas y aterrizando en el suelo, le respondieron muy alegres al mismo tiempo alzando la voz. — ¡Sí, estamos listas!

 

No obstante, la hermana mayor, sentada al borde de su cama, mirando muy seria a sus dos pequeñas hermanas, exclamó un fuerte: "SHHH", y continuó diciendo… — No eleven tanto la voz que nuestros Abuelos y Papás nos escucharán y nos enviarán de regreso a la cama y el plan se arruinará por completo.

 

— Ups, Lo sentimos… Discúlpanos por favor hermanita.

 

Manifestaron las dos conejitas abrazándose al centro del dormitorio, no obstante, la hermana Mayor, bajándose de su camita, se desplazó hasta la puerta y la abrió muy lentamente y asomando su cabecita al corredor, miró rápidamente a ambos lados y vio que no había nadie. Entonces, invitó a sus hermanas a recorrer el pasillo, bajar por las escaleras y caminar hasta la puerta de la casita de los vidrios rotos, todo ello, en completo sigilo. — Bien hermanas, ya estamos a fuera, vamos pronto al campamento humano y veamos qué podemos hacer para asustarlos con el fin de que se retiren y no puedan construir su carretera por sobre nuestro hogar.

 

— Sí, vamos todas.

 

Con aquella misma alegría con la cual respondieron antes, la conejita de en Medio y la Menor, contestaron dando brincos alrededor de su hermana Mayor y finalmente, las tres se fueron dando grandes saltitos en dirección al campamento obrero por el sendero iluminado por la hermosa Luna llena. Al llegar al mismo lugar donde Papá conejo vio a los humanos, observaron con sus propios ojitos lo que él comentó. Aquellos hombres, tenían el lugar dividido en cuatro partes donde ellos estaban instalados, en la primera y segunda porción, que eran contiguas a la carretera que construían, estaban algunas máquinas, entre ellas, una gran aplanadora, una enorme retro excavadora y un camión revolvedor de cemento y en las tercera y cuartas porciones restantes, estaban cuatro módulos, piezas donde dormían los obreros y guardaban sus importantes herramientas. — Hermanita Mayor, dime: ¿Cómo espantaremos a los humanos de este enorme lugar? A mí no se me ocurre nada.

 

Habló la simpática y coqueta conejita de en medio que tiene su pelaje de hermoso color miel y diminutas manchitas negras por doquier sin dejar de abrazarse a su hermana menor, pero, la ingeniosa hermana Mayor les dijo — Denme un par de minutos para ir a mirar más de cerca y les digo.

 

— De acuerdo.

 

Entonces, la conejita Mayor, a brincos largos, bajó hasta el campamento y muy veloz recorrió todo el lugar mirando a detalle todo lo que los humanos tenían allí, luego, regresó rápido donde sus hermanitas y les comentó el plan que se le ocurrió para horrorizar a los obreros. — Hermanitas, Hermanitas, ya tengo una idea que estoy muy segura funcionará para nuestros propósitos.

 

Dijo la preciosa conejita de pelaje negro como la noche jadeando un poco por la veloz carrera que se dio ida y vuelta. — ¿Eso es cierto hermana Mayor? Por favor, dinos de que se trata el plan.

 

Las dos pequeñas conejas verbalizaron muy contentas dando brincos alrededor de su hermana, sin embargo, esta, tomando algo de oxígeno, les contó. — Hermanitas, si bien observé por las ventanas de los dormitorios y vi que el humano sí posee algunos cilindros escupe truenos, también me di cuenta que no le ponen llave al sector donde guardan sus alimentos y sus herramientas.

 

— ¿En serio, tan confiados son los humanos?

 

Preguntó la pequeña conejita Menor de hermoso pelaje albo como la nieve, pero con pequeños lunares negros como el carbón al unísono que abrazaba a su hermana Mayor, y esta, continuó diciendo — Así es, no tienen miedo y supongo que es porque no hay más humanos por los alrededores de este precioso bosque.

 

— Eso es muy cierto, abuelito Conejo me dijo que solo el hombre roba al hombre.

 

Manifestó la conejita de en medio abrazándose también a su hermana Mayor, pero, esta, deseando contarles su plan, les habló — Bien, ya no interrumpan y escuchen con atención el plan que he urdido.

 

— Sí hermana Mayor.

 

— Hoy haremos lo siguiente, regresaremos a nuestra querida casita de los vidrios rotos y tomaremos prestadas las tres grandes cestas de la Abuela conejo, después, iremos a visitar a la vieja bruja lechuza para pedirle que nos dé más fuerza y velocidad y volveremos aquí y llenaremos con los alimentos y herramientas de los hombres los canastos y más tarde, los esconderemos en lo profundo del bosque en la cueva que está a la orilla del río más allá de nuestro hogar… Con esto, el hombre, no solo mañana tendrá mucha hambre, sino que también estará muy preocupado porque no tendrá sus valiosas herramientas.

 

— Si si si, pero digo que también les escondamos sus cilindros escupe truenos por si luego les da por ir a buscar por los alrededores sus cosas.

 

Más que contenta manifestó la conejita de en Medio dando brinquitos cortos por el lugar. — Por supuesto que sí, también les esconderemos sus letales armas de fuego.

 

Contestó la conejita Mayor y las dos pequeñas de un brinco exclamaron: "¡Yupi!", aunque, después siguieron a su hermana Mayor hasta la casita de los vidrios rotos para conseguir las cestas y luego realizar el maravilloso plan.

 

Algunos minutos más tarde… Ante el gran sauce llorón donde vive la vieja bruja lechuza, las tres conejitas le contaron todo lo que estaba ocurriendo y ella, muy sabia y buena, les dijo. — Preciosas conejitas, lo que el hombre desea hacer no es malo del todo, porque con ello, conecta sus importantes ciudades para llegar a ellas en menos tiempo, sin embargo, que él quiera destruir el hogar donde ustedes viven, es un acto reprochable, es por ello, que no solo les aumentaré su fuerza física y velocidad para que lleven a término su plan, también haré que el humano tenga pesadillas donde vea que un enorme monstruo se roba sus alimentos, herramientas y armas de fuego con el único fin de esconderlas a ustedes lindas conejitas.

 

— ¡Mil gracias dulce lechuza!

 

Muy felices las tres conejitas exclamaron al mismo tiempo que la vieja bruja lechuza volaba sobre ellas rociándolas con brillos mágicos que les incrementaron la velocidad y fuerza física. Después de una hora, con más energías y deseos de echar de la zona a los humanos, las tres dando saltitos sigilosos por el campamento obrero, tomaron los alimentos, herramientas y las escopetas y con todo se fueron a dejarlo al interior de la cueva que estaba en la orilla del río. — Listo hermanitas, con esto esos insaciables humanos aprenderán a respetar el hogar de los demás.

 

— ¡Sí hermana Mayor, esos humanos aprenderán!

 

— Bien pequeñas hermanitas, regresemos a casa y mañana vendremos a ver qué ocurre con el campamento.

 

Fue así como las tres hermanas regresaron a casa y al día siguiente, al volver a mirar, vieron como los hombres alegaban porque sus pertenencias se las había llevado un enorme monstruo que los atormentó en sueños toda la noche. No obstante, el capataz llamó a sus jefes en la ciudad y algunas horas más tarde, ya tenían nuevamente alimentos y herramientas para continuar trabajando, aunque con mucho miedo, a decir verdad. Sin embargo, esto, dejó muy triste a las conejitas. — Chispas, el humano continúa armando su carretera con herramientas nuevas, no es justo.

 

— Sí hermanita de en Medio, no es justo para nosotras que nos esmeramos mucho para esconderle las anteriores, deberían haberse ido muy asustados al ver como aquel monstruo les tomó sus cosas, pero no, ahí está, aun trabajando.

 

— Tranquilas hermanas, tranquilas, que esta noche volveremos a hacer lo mismo para que mañana, el terrible hombre se marche de estos lares sí o sí.

 

— De acuerdo hermana Mayor.

 

Entonces, las tres conejitas, no muy lejos del lugar, esperaron a que la noche cayera para poder actuar y volver a llevarse las cosas del hombre, mientras tanto, pensaban en el nuevo lugar que sus papás y abuelos buscan para vivir y con tristeza imaginaban una fría cueva como la donde tienen escondidas las pertenencias del humano, aunque, a la hermana de en Medio, de pronto, se le vino a la mente de que quizás sería la misma cueva que ellas habían elegido y aquello las preocupó de sobre manera. — Ay hermanitas, y que tal si nuestros Abuelos y Padres ya están allí, descubrirán todo lo que hemos escondido y sabrán que fuimos nosotras porque aún están las cestas con los alimentos, armas y herramientas de los hombres…

 

Manifestó la conejita Mayor y muy asustada y preocupada continuó diciendo. — Será mejor hermanas que nos dirijamos a la cueva de la orilla del río y veamos que nuestros Abuelos y Padres no estén husmeando por el lugar.

 

— Sí, vamos.

 

No obstante, las tres conejitas al llegar a la cueva del río se percataron de que no había rastro de que su familia había estado por ahí, aunque, eso en un primer instante, ya que cuando regresaron a hacer guardia al campamento obrero, justo Papá conejo en compañía de Mamá y Abuelos aparecieron y encontraron todas las cosas del hombre metidas en la cueva, sin embargo, no encontraron las cestas ya que las tres conejitas se las llevaron para llenarlas nuevamente. — Papá conejo: ¿Qué hacen estas cosas aquí?

 

Mamá conejo preguntó muy curiosa al ver en compañía de los abuelos todo lo que las conejitas habían recolectado, claro, ella, no sabía esto, mas, aun así, todo le era un gran misterio, ya que, a simple vista, aquellas cosas pertenecían al humano. — No lo sé, desconozco el por qué están en esta cueva, que, dicho sea de paso, se ve muy agradable, aunque las cosas que están aquí, casi la repletan del todo, Quizás si las dejamos en otro lado, podríamos convertir luego esta cueva en nuestro nuevo hogar: ¿Qué les parece la idea?

 

Mirando lo enorme de la cueva, el Abuelo conejo, pero también las cosas que a su pensar el hombre dejó ahí, aclarándose su garganta, manifestó. — No no, no es un muy buen lugar si el humano ha venido a ocultar o a tirar sus importantes artículos aquí, es muy posible que después vuelva y tengamos problemas otra vez con él... Lo correcto es buscar un poco más en el bosque nuestro nuevo hogar, es lo que pienso.

 

— Por supuesto que sí Abuelo conejo, tienes mucha razón, mejor busquemos en otra parte.

 

Respondieron al unísono Abuela, Mamá y Papá conejos y en compañía del Abuelo, salieron todos de la cueva para internarse aún más en el bosque y así encontrar un lugar definitivo para vivir en paz y lejos del peligroso humano. Por otro lado, varias horas más tarde, la jornada laboral, había terminado y los trabajadores se fueron a dormir después de haber cenado muy bien, no obstante, sin sospechar que hay por los alrededores tres conejitas dispuestas a impedir que continúe el avance de la carretera para salvar así, su hogar. — Bien hermanas, es hora de actuar… Bajemos al campamento y hurtemos las cosas del hombre para que este se atemorice y se vaya de una vez por todas de esta zona y nos deje en paz.

 

— Sí hermanita mayor… ¡A la carga!

 

Fue así como las tres pequeñas conejas bajaron al campamento con mucho sigilo y rodearon los módulos hasta llegar al que contiene los alimentos e importantes herramientas, aunque, al asomarse a mirar la puerta del modular, para sorpresa de las tres conejitas, había un humano sentado en el suelo y con la espalda apoyada en ella. Ahora, si bien este hombre estaba de guardia, se vislumbraba algo de amargura en su rostro fornido. — Hermanitas, esto no me lo esperaba, creí que el hombre era un ser muy confiado, pero, no es así, está ahí, vigilando sus cosas.

 

Igual que sus otras hermanas, la Mayor, con su espalda apoyada en la pared del módulo bodega les habló, pero, la de en Medio y la Menor, muy asustadas, al unísono pronunciaron trémulamente. — Ay hermanita, aquel hombre se ve muy mañoso... ¿Por qué no nos vamos y volvemos mañana? Quizás para ese entonces, él ya no esté.

 

Sin embargo y para desgracia de las hermanitas, aquel hombre fornido, tiene un muy buen oído y las escuchó conversar y sin darles tiempo para huir, se apareció a espaldas de las tres conejitas que continuaban hablando entre ellas. — Que hacen aquí.

 

Al escuchar la voz del hombre, que por poco logra que la conejita mayor se hiciera pis sobre sus patitas, muy lentamente giró sobre sus talones y lo miró a los ojos y aunque algo apocada, le respondió — Señor, solo estoy paseando con mis hermanas por estos lares... ¿Tiene algo de malo eso?

 

— No, pero quizás sean ustedes quienes y con malignos sueños se están llevando la comida e instrumentos con el fin de retrasar la obra… Dime: ¿Me equivoco o no?

 

La conejita algo inquieta no fue capaz de esconder sus pensamientos y quedó completamente expuesta al hombre que le consultó, aunque, él, entre risas, poniéndose en cuclillas, continuó diciendo. — Bien, creo que pillé a los ladrones, lo segundo es descubrir cómo y los motivos que les empujaron a llevarse nuestras pertenencias… Dime: ¿Por qué los tomaron? Pienso que no es por hambre.

 

Entonces, la conejita ya sin poder huir con sus hermanas y pedir socorro a sus padres y abuelos, no tuvo más opción que confesar el por qué y entre lágrimas, lo manifestó. — Señor, disculpe por llevarme sus pertenencias, pero, ustedes están a punto de pasar por sobre nuestro hogar con aquella carretera que están construyendo… Por ello, es que con mis hermanas tomamos todo con la ayuda de la vieja bruja lechuza que nos brindó poderes para sumirlos a todos ustedes en una pesadilla… Mientras ello ocurría, escondimos sus pertenencias en una cueva con el fin de asustarlos y hacerlos huir del lugar… Lo que hicimos fue para salvar nuestra preciosa y acogedora casa de los vidrios rotos… Discúlpenos.

 

El hombre tras escuchar a la preciosa conejita, en un acto que ella jamás esperó, conmovido porque si él se encontrara en la misma situación también haría lo mismo, despertó a todos los obreros, gritando — ¡Hombres, tenemos que mover una casa, levántense!

 

Fue así como todos los trabajadores salieron de sus camas y ya en pie, se desplazaron junto a la conejita y sus hermanas hasta la casa que era el hogar de este clan de conejos con el fin de ver si podían moverla algunos metros más allá. Sin embargo, grata fue la sorpresa para las conejitas de que aparte de que la casa de los vidrios rotos era el antiguo hogar del capataz que ordenó que se levantaran todos, motivo por el que él estaba melancólico, descubrieron que, podían moverla, cosa que hizo muy feliz a las tres conejitas y a los padres y abuelitos de ellas.

 

Esa noche, todos los obreros, incluidas las conejitas, ayudaron a mover la casa un par de cientos de metros más allá y también, las tres hermanitas, regresaron todas las cosas a los hombres que resultaron ser muy buenos y de gran corazón. Más tarde y luego de que el clan de conejos agradeció el gesto, después de que los trabajadores descansaran todo el día, la obra continuó en completa paz y los conejitos, vivieron muy felices todo el resto de sus vidas en su preciosa casa de los vidrios rotos.

 

Fin.

 

Autor.

 

Wilfredo Fernando Arteaga Ceballos.

 

Autor del título original.

 

Poeta Reveko de la Jara.

 

Mil gracias por leer.

martes, julio 04, 2023

LA CASA DE LOS VIDRIOS ROTOS

             Muy buen día a todas y todos los que visitan este humilde blog, hoy quiero dejar con ustedes una nueva aventura donde participan hermosos personajes que están muy comprometidos con su dulce hogar, "La casa de los vidrios rotos", casa que defenderán a como de lugar del progreso del ser humano.


Aquí el vínculo a la historia::

LA CASA DE LOS VIDRIOS ROTOS

martes, junio 27, 2023

El río inolvidable.

Son épocas estivales en el país y la gran mayoría de los ciudadanos viajan a diferentes partes de Chile con sus familias apenas en sus empleos les dan vacaciones, aunque, no todos tienen que aguardar tanto para que ello ocurra, porque sus trabajos son siempre el lugar donde vacacionan. Este es el caso del muchacho y nieto de don Miguel, Juan, que por vivir en el fundo familiar, como todos los años después de salir del liceo y de conseguir autorización con su abuelo para disfrutar del Verano, el mecer de las hojas de los grandes árboles y el viento fresco que corre por las verdes praderas del campo familiar, son el parque de atracciones de este muchacho qué, con una pelota de futbol corriendo por los casi infinitos y floreados prados de este maravilloso vergel, es muy feliz, aparte de que siempre uno que otro buen amigo del instituto, con el permiso de don Miguel, le acompañan durante las temporadas veraniegas.

 

— ¡Eso Juan... aquí... estoy solo!

 

— ¡Jorge ya te vi... Ahí va!

 

— ¡La tengo!

 

Al recibir el balón de futbol, Jorge, corre un par de metros más en dirección al sencillo arco que don Miguel armó para su nieto en la pequeña quinta que está de tras de la casa principal, pero, que está defendido por Pablo, muchacho jovial que solo por ser muy escuchimizado se lo lleva el viento, aunque, fanático del futbol y del guardameta chileno "Claudio Bravo", le fascina estar al arco. Sin embargo, a diferencia del famoso arquero, Pablo, no ataja ni las pelotas de playa, pero por ser tan vehemente del esférico, sus amigos siempre lo ponen al arco para que viva su sueño.

 

— ¡Despierta Pablo Coque va chutar!

 

— ¡Sí... ¡Estoy despierto Pedro!

 

No obstante, aquel esférico ya había penetrado su defensa y con mucha aflicción Pablo solo giró sobre sus talones y vio dentro del arco el balón que había pasado súper veloz por su siniestra.

 

— Chispas, las volví a cagar.

 

Algo cabizbajo murmuró Pablo mirando el balón, ahora, frente a sus zapatillas, aunque, algunos metros más allá, Juan, Jorge y José tenían la tremenda fiesta por haber ganado el partido contra Pedro, Pablo y Patricio.

 

— Buena Juan, estupendo pase.

 

— Na hermano, lo bonito fue el golazo que Pablo ni vio.

 

Muy alegres conversaban Juan y Jorge, aunque, este último, recordó algo que, con la misma felicidad, manifestó al grupo.

 

— Mis amigos, les cuento que hoy llega de Santiago mi tío Roberto con su familia a pasar sus vacaciones en el fundo de mi padre, y... ¿Saben lo que es genial de ello?

 

Juan y los demás, súper contentos exclaman.

 

— Por supuesto que sí... ¡Aeromodelismo!

 

Respondieron muy felices al unísono.

 

— Así es, pero, hay algo más, aunque, no se los diré.

 

Manifestó Jorge haciéndose el interesante, sin embargo, Juan, su mejor amigo, con el que tiene una enorme confianza, saltó sobre él cayendo ambos al piso y entre ruedos y falsos combos, pretendía hacerlo hablar, no obstante, Jorge era una verdadera tumba que entre las risas de los demás muchachos y tirado de espaldas en el suelo con Juan en cuclillas junto a él, recibía los suabes golpes de su amigo, escena que el maravilloso atardecer le puso marco y muy lentamente por la luz natural, fue fundiendo a negro quedando solo el sentimiento de alegría en el aire del anochecer que los envolvió por completo.

 

A la  mañana siguiente a eso del medio día, los seis muchachos, caminaban por un sendero rural en dirección a la casa de Jorge, joven que reunió al grupo un par de horas antes con el fin de ver al tío Roberto volar su avión, aunque, habían un par de sorpresas que sorprenderían mucho a la pandilla.

 

— Vamos Coque... Dinos cuál es la sorpresa que llegó con tu tío.

 

— No No , prefiero que todos ustedes lo descubran cuando lleguemos a mi casa.

 

— Pucha Coque, no seas así.

 

— Na, ya dije que no, aparte, quiero ver sus rostros cuando esas sorpresas estén frente a ustedes.

 

— ¡Pero Coque!

 

— Na, ahora corran que se hace tarde muchachos.

 

Fue así como el grupo completo corrió tras el muchacho y mientras lo seguían, continuaban pidiéndole que revelara la maravillosa sorpresa qué, como un gran encandilamiento, se presentó ante ellos en el zaguán de la casa de la familia de Jorge. No podían creerlo, ante sus rostros embobados, dos preciosas chicas de dieciséis y diecisiete años en bañador aguardaban a que llegara su primo Jorge ya que junto a él, irían al río que pasa por los terrenos de su familia.

 

— Jajaja lo sabía, aquellos rostros era lo que quería ver en ustedes, ¡Quinteto de calientes! Pero ahora les digo, con mis primitas no,  ¡Escucharon!

 

Los cinco muchachos aunque más Juan, tenían sus rostros ruborizados ante la belleza de estas dos chicas, una de Santiago, la de dieciséis y la de diecisiete de Viña del mar, que a pesar de la obvia excitación hacia ellas, continuaban muy tranquilas ante ellos.

 

— Coque: ¿No nos presentarás a tus amigos?

 

— Sí, por supuesto que sí... Primas, estos muchachos son de los campos circundantes al de mi padre y bueno, que cada uno de ellos mencione su nombre... Vamos chicos, preséntense.

 

Aunque algo apocados, los cinco jóvenes, uno a uno, sacó la voz y pronunció su nombre.

 

— Hola, me llamo Juan y soy del campo del lado Este del de Coque, un gusto.

 

— Señoritas, un gusto conocerlas, me llamo Patricio y soy del campo del lado Oeste del de Coque.

 

— Hola que tal, yo soy José y vivo en la ciudad de Cañete.

 

— Que tal, mi nombre es Pablo y es un verdadero agrado conocerlas y como José, también vivo en la ciudad.

 

— Yo soy Pedro y vivo en el campo Norte del de Coque junto a mi familia, un gusto.

 

Las chicas, después de escuchar atentamente a los muchachos, igual que ellos, se presentaron.

 

— Un gusto jóvenes, mi nombre es Carolina y soy de Santiago y la chica a mi izquierda es mi hermana, anda, preséntate.

 

— Si Si, un gusto... Yo soy de la ciudad de Viña y me llamo Camila, y como dijo Carolina, soy su hermana.

 

Jorge, después de escuchar la presentación de todos, bastante hambriento, le dijo a sus primas y amigos.

 

— Bien, ya presentados todos, ingresemos a la casa que mi padre y el tío Roberto están haciendo un sabroso asado y siendo muy franco, me muero de hambre... Vamos, entremos ya.

 

Fue así como durante dos horas después de que aguardaran que el asado de cordero y cerdo que preparaban don Manuel y Roberto estuviera listo, los jóvenes mientras ingerían sus alimentos, compartieron más anécdotas sobre ellos así como sus edades, aunque, también escucharon los relatos del padre de Jorge y las historias y chistes del padre de Carolina y Camila. Más tarde y luego de aguardar una hora, todos se encaminaron al río para darse un par de zambullidas.

 

Al llegar, las chicas que nunca habían estado en el campo del hermano de su padre, vieron lo precioso del lugar, y muy sorprendidas, apreciaron el muro de Colihue que hay delante del río, y que para ingresar a él, tenían que pasar por el túnel hecho por las ramas de aquella medianera natural. Al pasar por aquel pasaje se encontraron con una pequeña playa de fina arena qué, si bien no era muy amplia, si podía estar acostada desde la entrada hasta los límites del arenal una persona de tres metros, aunque, aquello no era muy importante, lo que era verdaderamente relevante, aparte del cristalino río, que de profundidad no tenía más de cuatro metros, era el otro muro de Colihue que había de fondo, ya que con él, se creaba un verdadero biombo que mantenía los ojos de los intrusos bien apartados de cualquier pareja que quisiera estar en completa intimidad, y para la familia de Jorge y sus amigos, aquello, era una verdadera bendición.

 

Varios minutos más tarde...

 

Todo el grupo incluido los padres, disfrutaban de la frescura del agua del río, qué, poco a poco relajaba los cuerpos de todos, aunque, don Roberto, deseando hacer más divertido aquel instante para sus hijas, salió del agua por unos segundos, después, caminó por la arena hasta donde estaban sus cosas y tomó su mochila y de ella extrajo un balón de playa enorme el que infló en cosa de segundos, luego, entró de nuevo en el río y manifestó.

 

— Ya muchachos, formemos dos equipos de cinco jugadores y juguemos una partida de voleibol de río para pasarla bien un buen rato.

 

El grupo a la propuesta de don Roberto exclamó un gran "Sí", aunque, entre los muchachos, sin contar Jorge, querían estar en el equipo donde estuvieran las guapas muchachas, no obstante, el papá de ellas seleccionó a don Manuel y al hijo de este para su equipo, cosa que no le agradó mucho a los jóvenes que a un par de metros de los contrincantes, exhibían caras largas que Jorge disfrutaba segundo a segundo porque ya sabía las malas intenciones de sus amigos... Ellos, en buen Chileno, pretendían puntear a las hijas de don Roberto en el momento en que ellas fueran a alcanzar el colorido balón, aunque, gracias a Dios, no se les hizo, y mejor que no, porque el papá de estas muchachas, si bien es muy simpático, también es intolerante con esas cosas, aparte, es muy sobre protector, por lo que quedaría la tremenda si de manera impúdica ellos pasaran a llevar a alguna de sus amadas hijas, aunque, en el corazón de una de ellas, algo estaba sucediendo.

 

Algunas horas más tarde y caminando todos de regreso a casa de Jorge...

 

— Bien muchachos, sé muy bien que todos ustedes han venido hoy porque quieren ver mi avión a escala volar, pero, hoy ya se hizo muy tarde, aunque, lo pasamos súper bien jugando en el río... No obstante, mañana es un nuevo día así que el que quiera venir a verme volar mi avión, bienvenido sea.

 

— Pero don Roberto... ¿Nos permitirá volar su avión también?

 

— Ya lo veremos Pablo, ya lo veremos, tú solo ven mañana a pasarlo bien como hoy.

 

— Sí, señor.

 

Fue así como muy alegres los muchachos al llegar a la casa de don Manuel, se despidieron de él, de Jorge, de don Roberto y sus hijas, aunque, a una de ellas la gracia de los movimientos de Juan en el juego de pelota en el río, la dejaron muy sorprendida y fascinada. Aquel atlético cuerpo del muchacho se ejercitaba en el agua con elegancia cada vez que el balón volaba en dirección a su equipo y con gran sutileza lo golpeaba para que este no cayera y perdieran así el juego, pero, esos movimientos, enamoraron a Carolina que y sobre llevada por una fuerza sobre natural, mirando al joven a sus varoniles ojos castaños, lo besó en la mejilla para despedirse de él, aunque, en aquel momento no le importó lo que tal vez su padre y hermana pensaran, solo lo hizo y ya. No obstante, los demás jóvenes, sin contar Jorge, boquiabiertos y percibiendo algo de pelusa, se apresuraron a sacar a su amigo de aquella hermosa situación, y corriendo por el sendero los cinco le manifestaban aquella envidia que sentían porque Juan siempre tenía mucha suerte con las chicas.

 

— Definitivamente no sé cómo lo haces, eres un imán de mujeres Juan, y me das una envidia que te la encargo.

 

Patricio al unísono que aventajaba al resto de los muchachos junto a Juan, le iba diciendo, aunque, más que nada era para que los demás no le fueran a pegar, ya que, de verdad, este joven causaba gran envidia entre sus compañeros por ser tan suertudo con las muchachas.

 

Al día siguiente...

 

Más arriba, en los cerros que brindan un muro natural al campo de Jorge, hay un sector que sirve para que los aviones Cessna que vienen de las ciudades de Concepción y Temuco puedan aterrizar o despegar, pero, estas aeronaves en sí, son solo un lujo que muy pocas personas se pueden costear para viajar, por lo que prácticamente el pequeño aeródromo, está desocupado gran parte del día por lo que los aficionados al aeromodelismo perfectamente pueden volar sus aviones y helicópteros a escala aprovechando por supuesto que el lugar está libre y despejado de árboles.

 

— ¡Vamos don Roberto haga piruetas con su avión!

 

Exclamó Patricio mientras todos observaban como aquel modelo de aeronave de guerra pasaba sobrevolando sus cabezas y de vez en cuando, realizaba círculos de abajo a arriba y bucles a toda velocidad por la zona.

 

— No te adelantes al espectáculo Pato y tú bien tranquilo que yo preocupado y contempla bien este movimiento, alucinarás.

 

Fue entonces que don Roberto realizó una maniobra increíble, primero aceleró su avión y lo hizo hacer una subida ascendente, después, cuando su aeronave se posicionó vertical al suelo, lo hizo ascender aún más para luego hacerlo bajar describiendo una espiral perfecta alrededor de la línea de subida, aunque, a segundos de pasar la zona de peligro, aquella que enfrentas cuando te vas a estrellar, hizo que su avión volviera a subir ascendentemente a toda velocidad realizando rotaciones sobre su propio eje, y todas estas maniobras, las realizó soltando de las puntas de las alas de su avión de combate un colorido humo.

 

Ahora, la verdadera acción no estaba en el maravilloso avión de don Roberto, no, estaba en los corazones de Carolina y Juan, jóvenes que no dejaban de mirarse, aunque, con ello, otro muchacho estaba metiéndose en problemas.

 

— Juan, no seas tan obvio que soy yo quien se hunde acá ante mi tío.

 

— Lo sé hermano lo sé, pero, Carolina es tan linda y me gusta mucho... Anda, dame tu permiso para cortejarla.

 

Aquellas palabras de Juan, dejaron a Jorge frío que sin ninguna posibilidad de frenar el amor entre su mejor amigo y una de sus primas, solo le pidió que aquello, aún no, solo besos y caricias, pero de lo otro nada y Juan aceptó, aunque, ahora, le pidió otro favor.

 

— Amigo, ayúdanos a estar solos, te prometo que no pasará nada de nada.

 

— Chucha Juan, me pides imposibles, pero veré que puedo hacer... Tú vete con Carolina a la casa, mi padre salió de urgencia así que él no está.

 

— Vale hermano, te debo una.

 

Fue entonces que la linda chica y el muchacho enamorado abandonaron la escena con el avión y se fueron a la gran casona donde podrían estar más íntimamente para poder charlar de lo que fuera y aun cuando don Roberto preguntó dónde estaba su hija y Juan, todos apañaron a la pareja al respecto.

 

En el zaguán de la casa de Jorge, sentados en la escalinata, la pareja conversaba de todo un poco, aunque, aquellas miradas de amor que se sostenían eran principalmente lo que más fluía entre los dos, eso, y las caricias por parte de Juan en el sedoso y exquisito pelo dorado de la guapa Carolina.

 

— Así que... El juego de ayer te gustó mucho... Pero... ¿Por qué te gusté yo?

 

— No sé... Eres lindo y... Me gustó mucho verte en acción... Pero... Tú... ¿Por qué te sientes atraído por mí?

 

— Pues... Me gusta mucho tu forma de ser y... No te lo niego... Tu cuerpo en el agua... Se ve muy hermoso.

 

Los preciosos ojos azules de Carolina se posaron en los labios de Juan después de que lo escuchó hablar, aunque, los castaños y varoniles ojos de él, miraban un poquito más los finos contornos de ella qué, poniéndose de pie y tomando al muchacho de la mano, corrió junto a él hasta aquel hermoso río. Una vez allí, ella sin ningún pudor, se quitó los ajustados jeans y la apretada crop top y para sorpresa de Juan, Carolina traía puesto el bañador.

 

— Ven... Entremos al río.

 

Pidió Carolina, no obstante, Juan aquel día, no anticipó que ingresaría al río y menos con una chica tan hermosa como lo es ella, sin embargo, él no quería ser agua fiestas y se quitó los jeans, la polera y en calzoncillos, saltó con Carolina a la fresca agua del arroyo.

 

Abrazados los dos en el interior del río poco a poco los labios de Juan besaban la boca de Carolina qué, con sus ojos cerrados, percibía el calor del cuerpo de él y el suyo propio ir en aumento, aunque, sin darse cuenta ella se había sumergido en el agua junto a Juan y a pesar de la promesa que ambos le hicieron a Jorge, aquellos juveniles cuerpos, liberados de todo ropaje, se fundieron en el erotismo de la primera vez como juguetones delfines en el océano.

 

Algunas horas más tarde...

 

Juan junto a Carolina, ya con sus vestuarios puestos, abrazados y sentados a la orilla del arroyo, escuchando sin mediar palabra alguna los trinos de los pajaritos y el murmullo del agua, relajaban y serenaban sus almas y cuerpos que medio adormecidos iban percibiendo como la temperatura del atmósfera que los rodeaba bajaba poco a poco. No obstante, la hora de volver a casa se había presentado por la razón de que los tíos y los muchachos ya estaban por bajar del aeródromo para tomar onces todos juntos y si no los veían entre el grupo, quedaría la grande.

 

Algunos minutos más tarde...

 

Después de haber corrido desde el río hasta la casona y de ingeniárselas para mezclarse en el grupo para que don Roberto no sospechara nada, todos juntos tomaban onces alrededor de la gran mesa que don Manuel, presente ahí también, tenía en la enorme cocina de su casa.

 

— Hijas, muchachos, hoy fue un día espectacular y quiero que se repita mañana... Díganme: ¿Tienen alguna sugerencia?

 

Los muchachos pensaron rápido y todos lo mismo y alzando la voz, respondieron:

 

— ¡Carrera a la Chilena de caballos en el campo de Pedro!

 

— OOOH

 

Dijo don Roberto y la imagen con él boquiabierto y muy sorprendido mirando a los muchachos, se vuelve tenue y lentamente la escena a la mañana siguiente con ellos en el campo de don Víctor padre de Pedro la reemplaza. No obstante, con Pablo y Juan corriendo a toda prisa ambos a caballo y siendo animado por los demás chiquillos, en especial Carolina que ovaciona a su nuevo novio, el cuadro se congela quedando un sentimiento de alegría y mucha acción.

 

Fin.

 

By Príncipe Kitsune. 

viernes, marzo 17, 2023

VALE OTRO.

Somos lo que somos y no somos más que eso, siempre vale otro momento a solas entre los dos… aun cuando estemos lejos tú y yo.

Fueron las últimas palabras dedicadas por Sandra a su ex pololo por el auricular del teléfono público cercano a su departamento, y tras colgar el aparato, si bien su vida hoy era melancólica, al menos le había dejado a Marco una pequeña ventana abierta para algún día volver a estar juntos... aunque solo sea un instante y nada más.

 

Al volver al departamento y después de subir las interminables escaleras hasta el sexto piso, Sandra, una mujer de 27 años, trigueña, de ojos con heterocromía y de cuerpo delgado, abrió la puerta y encontró a su gato durmiendo feliz panza arriba sobre la alfombra disfrutando de los rayos del Sol que ingresaban por la ventana, y aquella imagen por unos segundos la hizo sonreír, lamentablemente el recuerdo que apareció en su mente como una instantánea fue de ella y su ex haciendo el amor en aquella misma moqueta un día antes de terminar, y la tristeza regresó a sus almendrados ojos bicolor.

No obstante, Sandra se encaminó hasta su dormitorio para a solas llorar hasta eliminar de su corazón aquel sentimiento, pero un inoportuno toc toc toc que venía de la puerta de acceso a sus espaldas hizo se retractara de dicha idea.

 

"¿Sí?"

 

Sandra preguntó con evidente amargura en su voz luego de abrir un poquito la puerta.

 

"Amiga, hola ¿Cómo estás?"

 

"Ah Silvia, eres tú... pasa."

 

"Si Sandrita, con permiso."

 

Por un par de horas Silvia entretuvo a Sandra, quien además de contarle un par de copuchas del edificio donde habitan, también escuchó con gran atención a su amiga del sexto piso, aunque, Silvia, mirando a los ojos a Sandra, le manifestó:

 

"Amiga, lo que a ti te hace falta es un buen carrete para olvidar las penas bailando con hombres que te hagan pasar un buen rato y ¿Sabes? Este Domingo el vecino del segundo piso celebrará su cumpleaños y me invitó, pero no quiero ir sola, dime... ¿Te animas a acompañarme? Anda, lo pasaremos bien bebiendo un par de tragos las dos."

 

Por un instante Sandra se quedó mirando los ojos de Silvia y por su mente desfilaron una y mil imágenes de ella y Marco pasándola bien en discotecas, fiestas de amigos y restaurantes; su corazón se apretó por algunos segundos y gritó un fuerte ¡Basta!

Entonces Sandra, pensando que lo mejor sería pasar por esta vez ya que no se encontraba preparada para departir con otros hombres, formuló una respuesta en su mente, pero Silvia fue insistente al ver que la sentencia en el rostro de su amiga era negativa.

 

"Vamos Sandrita, te divertirás y olvidarás todas las penitas que Marco te dejó... Anda, levanta ese ánimo y dame un gran sí."

 

Sandra sonrió por unos segundos y viendo que Silvia estaba súper emocionada con participar de la fiesta del vecino del segundo piso, le respondió que sí para no echarle los aviones abajo, después de todo, si el ambiente no era bueno, solo se tenía que parar, despedir y subir a su departamento.

 

"Perfecto Sandrita, el domingo a eso de las siete y treinta de la tarde subo por ti y bajamos a pasarla bien comiendo tortita y bebiendo sus buenas piscolitas."

 

Del día Sábado al Domingo no había ocurrido mucho, excepto que, en un afán de verse preciosa para el evento, Sandra salió al centro de Concepción a comprarse una tenida nueva, quizás con el fin de solapar con algo material aquel mal sentimiento que quedó en su corazón después de su ruptura.

No obstante, el día del carrete había llegado y otro motivo más para diluir en el su aflicción por Marco.

Ahora, el agua moderada de la ducha que Sandra tomaba regocijaba igual su corazón, tanto que hacía que olvidara el transcurso del tiempo, que de no ser por Pepe su gato, que ingresó al pequeño cuarto de baño maullando jamás se hubiera dado cuenta de que ya estaba en la hora en que su vecina Silvia vendría por ella para bajar al piso donde se celebraría el cumpleaños.

 

"Pepe: ¿Eres tú? Disculpa, salgo enseguida."

 

Aquella promesa fue cumplida en el acto y el felino observó alegre a su ama salir de la ducha luego de que la cortina de baño se abriera y caminando desnuda un par de pasos, ella tomó la toalla que colgaba en la percha frente a la ducha y se envolvió en ella, después salió descalza del cuarto de baño hacia su dormitorio sin tropezar con su gato que estaba sentado en la alfombrilla contemplándola.

 

Ya en su cuarto frente a su cama de dos plazas tomó de la misma una segunda toalla más pequeña que usó para secar su cabellera, luego, y con su pelo envuelta en ella ahora sentada sobre aquel lecho, terminaba de secar su esbelto cuerpo.

Un par de minutos después en la cocina del departamento, envuelta en una bata color frutilla igual que sus pantuflas, Sandra le daba de comer a Pepe.

 

"Bien mi pequeño, ahora discúlpame, debo regresar al cuarto a vestirme, pronto vendrá Silvia a buscarme."

 

Tras ingresar en su dormitorio, Sandra empujó la puerta con el pie y mientras se iba cerrando lentamente, ella dejó caer su bata al suelo...

con la imagen en la retina de su cuerpo desnudo, y resplandeciendo como si fuera un ángel por la luz de la pieza, cambió muy despacio la escena y ahora en el segundo piso en el departamento del cumpleañero junto a Silvia, Sandra bailaba con un muchacho de aspecto sencillo, pero no por ello poco atractivo.

 

Algunos minutos después y sentada junto al muchacho en el sofá con su cabeza muy junta a la de él, conversaban de todo un poco pese a la fuerte música de reggaetón que había en el lugar, pero que al ritmo de la colorida iluminación hacía un juego estupendo.

No obstante, si bien la música era un punto que limitaba la conversación, para el joven Aurelio era una gran ventaja porque así estaba más cerca del rostro de la chica más atractiva de la fiesta que desde su punto de vista, y sin que ella se diera cuenta, le observaba a ratos los turgentes pechos que, sin sostén, estaban cubiertos muy humildemente por el vestido que Sandra portaba.

 

Las horas habían pasado, pero no en vano para Aurelio... estudiante de psiquiatría en la universidad de Concepción, hombre que se había anotado muchos puntos con Sandra, chica a la que sacó a bailar más de tres veces. Se sirvieron un par de tragos fuertes, por lo que el calor canicular en ellos estaba motivándolos a estar solos, cosa que el joven deseaba con locura.

Sin embargo, el tiempo no fue cruel con ellos... percibieron como se cerraba lentamente a sus espaldas la puerta del dormitorio del departamento de Sandra, mujer que a los pies de su cama ante el impaciente joven, dejó caer su vestido negro al suelo; él... desabrochando el botón y bajando la cremallera de sus jeans, se arrojó sobre ella cayendo ambos sobre el lecho donde las caricias y besos se desataron como firme guerra Mundial que por aquella noche, no dio la más mínima tregua a los sexos de los dos que se entregaron sin fronteras al amor.

 

A la mañana siguiente después de una tórrida ducha juntos, Sandra y Aurelio desayunaban sobre la pequeña y redonda mesa del reducido comedor del departamento, sin embargo, el precioso rostro de alegría de la joven mujer no daba suficiente información para el joven estudiante de psiquiatría que deseaba escuchar de labios de Sandra que ella lo había pasado muy bien con él anoche.

 

"Pequeña dime: ¿Fue anoche una noche especial para ti o solo fue un momento más en tu vida"?

 

Tras escuchar la pregunta de Aurelio, Sandra al tiempo que bebía su café cerró los párpados y depositó lentamente la taza sobre el plato, y aquel hombre, ahora nervioso y percibiéndose algo tonto por la interrogante que formuló y sin poder hacer nada para remediarlo, solo vio como el angelical rostro de ella perdía la felicidad, sobre la pequeña mesa y gracias a que Pepe lo había dejado allí después de estar jugando con aquel objeto, al abrir sus ojos, Sandra lo tomó y se lo enseñó a Aurelio que muy triste comprendió que aquel palito de helado, no tenía vale otro para él.

 

Fin.

 

En la vida hay momentos que sin mediar pregunta alguna se sabe que es un instante feliz para todos, una pregunta muchas veces nos suele quitar aquella satisfacción de nuestros rostros.

Preguntemos con el corazón y nos daremos cuenta que la risa de los demás suele ser respuesta suficiente para nuestras interrogantes.